Por su pertinencia, se presenta a continuación una traducción de un artículo originalmente publicado en The New York Times, el 1 de junio de 2020 (archivado aquí), escrito por Mary Williams Walsh y Matt Phillips. Se incluyen los enlaces originales. El resaltado es añadido.
A la vez que sus economías se han destruido por el coronavirus, docenas de países endeudados con inversionistas privados tienen pagos de deuda que empiezan a vencer.
Desde Angola hasta Jamaica, pasando por Ecuador y Zambia, los países pobres del mundo han visto trituradas sus finanzas por la pandemia global.
El presidente de Tanzania ha hecho un llamado a “nuestros hermanos ricos” para que condonen la deuda de su país. Bielorrusia empezó un default cuando un préstamo prometido por Rusia de $600 millones se canceló. Rusia no pudo desembolsar lo ofrecido porque el rublo tuvo una caída en picada, junto con los precios del gas y el petróleo. Líbano, que tenía problemas incluso antes de la pandemia, se ha embarcado en su primera reestructuración de deuda. Mientras tanto, Argentina ha declarado un default por novena vez en su historia.
Las bajas tasas de interés de la década pasada promovieron una inusual alianza entre países pobres e inversores internacionales. Gobiernos, empresas estatales y otros negocios pudieron adquirir créditos relativamente baratos para financiar su crecimiento, mientras que inversionistas, que buscaban mejores retornos que los que obtenían en sus países de origen, engulleron esa deuda. Como resultado, países en desarrollo deben montos de dinero históricamente excepcionales a inversores, gobiernos y otras entidades fuera de sus fronteras: $2,1 billones (10e12) exactamente; incluyendo países como Afganistán, Chad, Bolivia y Zimbabue, calsificados como de “bajo ingreso” o “bajo-medio ingreso” según el Banco Mundial.
Actualmente la pandemia está deteriorando dicha alianza. La actividad económica ha alcanzado un punto muerto, cerrando puertos y fábricas, cancelando vuelos y vaciando hoteles y otros alojamientos turísticos. Los gobiernos se ven presionados por miles de millones de dólares en pagos de intereses y principal – pagos que se han vuelto repentinamente más caros por la volatilidad en los mercados de divisas al mismo tiempo que los costos de la salud pública se han disparado. Los inversionistas, por su parte, no tienen la disposición de perdonar.
“Esto es realmente distinto a cualquier cosa que hemos visto”, dijo Mitu Gulati, un profesor de derecho en la Universidad de Duke que estudia las deudas de los países, o deuda soberana. “La última vez que tuvimos a todos estos países cayendo hondo al mismo tiempo fue en los 1980’s”. En América Latina, ese periodo se conoció como “La Década Pérdida”.
Resolver dichas deudas tomó años de negociaciones, medidas de austeridad y un desarrollo económico estancado. Pero la crisis de deuda actual podría ser incluso más difícil de paliar.
Desde siempre, los países pobres han podido endeudarse con instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, o con los gobiernos de sus socios comerciales, como China. Pero recientemente su deuda, usualmente en forma de bonos, se hizo popular entre firmas de inversión privadas. Del mismo modo, los fondos de inversión se colocaron en fondos de pensiones de clientes, oficinas familiares y fondos de intercambio comercial; que a su vez tienen sus propios intereses y sus propias reglas, lo que dificulta cualquier esfuerzo para negociar mejores términos para los deudores, como itinerarios extendidos de pago, tasas de interés más bajas o reducciones del principal.
El riesgo es alto: la disputa Argentina de varios años con un grupo de fondos de cobertura que incluían a Elliott Management, es un recordatorio de lo que puede suceder cuando un país deja de pagar su deuda a los inversores. Elliott Management, un fondo de cobertura de Nueva York dirigido por Paul Singer y otros, adquirió bonos Argentinos poco antes de que el país declarara default en 2001, y se mantuvo en exigir el reembolso total de lo adeudado – en un punto incluso apoderándose de un buque naval argentino – en vez de resolverlo a través de una restructuración de deuda. Según las fuentes oficiales argentinas, cuando las partes finalmente lo resolvieron en 2016, Elliott había recibido cerca del 400% de su inversión original.
Este año, un grupo de 77 países pobres tienen establecido pagar el principal e intereses de sus deudas por $62 miles de millones, de acuerdo a los cálculos de Ugo Panizza, un profesor de economía en el Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales en Ginebra, quien publicó la lista de dichos países en un artículo de investigación conjunta con otros seis economistas y abogados de bancarrota. Una porción de ese monto vence en junio.
En países de América Latina, el Este de Asia y países europeos emergentes, los inversionistas privados han adquirido más deuda que los prestamistas oficiales. Estos países tienden a emitir bonos en dólares u otras monedas fuertes. Ahora, el valor de las monedas locales se ha desplomado mientras los inversionistas alrededor del mundo buscan refugio en el dólar – la moneda de Brasil se ha devaluado más del 30 por ciento respecto al dólar este año.
Por tanto, esos países requieren más unidades de su moneda local para comprar dólares y poder pagar su deuda. Al mismo tiempo que están gastando mucho más en insumos, desde estaciones de lavado de manos en lugares sin agua potable hasta envíos de equipos de protección para trabajadores de la salud.
“Este shock tan abrupto es mucho mayor a la crisis financiera global del 2008”, dijo Ramin Toloui, asistente de la secretaría del Tesoro para las finanzas internacionales en la administración de Obama.
Más de 100 países han aplicado a los dos programas de préstamos de emergencia que el Fondo Monetario Internacional ha expandido. Algunos países como Jamaica y Uzbekistán ya han empezado a obtener sus desembolsos mientras que otros todavía están en proceso de revisión. Según Toloui, si bien los programas ayudarán en el corto plazo, se necesitará mucha más asistencia financiera para mantener solventes a los países pobres durante el shock global. El mismo FMI ha estimado una necesidad actual, desde todas las fuentes, de $2,5 billones para los países endeudados.
Durante “La Década Pérdida”, la deuda que afectaba a Latinoamérica involucraba principalmente préstamos de grupos bancarios que dedicaron años a su reestructuración; mientras que el FMI presionaba para reducir el gasto público y la ineficiencia, a la vez que buscaba mejorar la productividad de las economías locales. El proceso requería coordinación, y si un banco intentaba abandonarlo recibía una dura observación de un regulador para traerlo de vuelta.
Hoy en día, el conjunto de acreedores es distinto. Ahora existen instituciones como el Banco Mundial, gobiernos que han prestado dinero de forma individual –usualmente para financiar el comercio – e inversionistas privados. Hasta el momento, los inversionistas privados son los únicos que han negado un respiro a sus países deudores.
A finales de marzo, los líderes del Banco Mundial y el FMI emitieron un comunicado conjunto para llamar a los acreedores internacionales a que garanticen un alivio para los países con dificultades. Ellos suspendieron los pagos que este año debían 76 naciones conocidas como la Asociación Internacional de Desarrollo, más Angola, que deben amplios montos a China. Unas semanas después, el G-20 y un foro de gobiernos de grandes economías y bancos centrales incluyendo a Estados Unidos, Alemania y China, emitieron un comunicado que llamaba a la suspensión de pagos. Los oficiales del G-20 dijeron el jueves (28 de mayo) que 36 países habían aplicado al mismo.
Dichas organizaciones han realizado llamados a fondos de bonos y otros inversionistas privados para que apoyen la suspensión en términos comparables.
La respuesta ha sido lenta.
Le tomó cerca de cuatro semanas ofrecer una propuesta al Instituto de Finanzas Internacionales (Institute of International Finance), un grupo financiero mundial. Los miembros del grupo –bancos, aseguradoras, fondos de cobertura y otras entidades financieras- dijeron que perdonar la deuda era complicado por las obligaciones fiduciarias que mantienen con sus clientes.
El jueves (28 de mayo) el grupo dijo que dejará a cada inversionista decidir si proceder con una moratoria, y que cada interés sin pagar sea añadido al principal de los deudores. En otras palabras, los países saldrían de la moratoria con más deuda que cuando ingresaron.
Christian Kopf, jefe de renta fija en el Union Investment Group, un administrador de gran tamaño de activos con fondos que pertenecen al deuda del mercado emergente, dijo que la aproximación que las instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional están tomando, no funcionará para muchos inversores. Aquello debido a que suspender pagos de bonos lleva a un default.
Añadió, “Por contrato, bajo los términos y condiciones de los fondos de bonos que ofrecemos, no tenemos permitido contar con bonos con default”.
Los inversionistas se verían forzados a vender sus bonos, y se requerirían firmas calificadoras de créditos para bajar la calificación de los países. Kopf dijo que, “Eso destruiría por varios años el acceso a los mercados para estos países”.
El jueves (28 de mayo) ante un grupo de las Naciones Unidas, el presidente del Banco Mundial, David Malpass, al presentar sus observaciones y comentarios, no abordó directamente las predicciones de que un respiro a las obligaciones de deuda podría causar una venta masiva y volver parias a los países endeudados.
Malpass dijo, “Se necesita mucho más, incluyendo alivios al servicio de deuda en el largo plazo y, en muchos casos, una reducción de deuda permanente y significativa”.
También señaló que los acreedores comerciales tienen que hallar la manera de tomar parte “y no explotar los alivios de deuda de otros”.
Gulati, el profesor de derecho de la Universidad de Duke, tiene intriga sobre si alguna solución podrá ser alcanzada a tiempo por los deudores para esquivar los pagos de bonos de junio, sin ser considerados en default.
A la vez, señaló que la decisión del FMI, el Banco Mundial y el G-20 de dejar a los países omitir sus pagos, ciertamente liberará más efectivo para los mismos; pero, aquello no significa que los países lo utilizarán para costear la crisis de salud pública. En cambio, si los inversionistas privados no se involucran, el dinero podría moverse a sus bolsillos.
“Ese alivio”, señala, “puede ser usado para pagar a los acreedores privados a tiempo y por completo”.
Excelente información, lamentablemente este virus nos ha dejado un estado económico catastrófico, pero esperemos a que las cosas mejores.
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