Deuda, Economía política, Reseña

Documento de Trabajo: Una estrategia común sobre deuda y la transformación económica. Hacia una coalición global de deudores del Sur

Comentario de Francisco Cantamutto*

Agradezco la gentileza de invitarme a participar de la presentación de “Una estrategia común sobre deuda y la transformación económica: hacia una coalición global de deudores del Sur”, de Fadhel Kaboub y Andrés Chiriboga.

El texto llega en un momento oportuno, y presenta una serie de ideas de carácter necesario para el debate sobre un futuro mejor.

El contexto social y político latinoamericano atraviesa tiempos turbulentos. La ya más de una década de estancamiento económico –la CEPAL la llama “segunda década perdida”- ya generado un contexto de mayores carencias para la población, que incluso ha adoptado formas a abierta violencia. Se vuelve urgente buscar alternativas que saquen a la región de esta situación, y para eso hay que animarse a pensar por fuera del status quo. Es lo que hace el texto.

Es de destacar un hecho central del mismo, que –como supuesto implícito- destruye el mito fundante de la ideología dominante, a saber, la de que el mundo funciona como una suerte de desarrollo cooperativo entre partes. Si todos los países aplicásemos las recetas “correctas”, llegaríamos al nivel de desarrollo deseado. Estas pretendidas buenas prácticas, fomentadas en especial a través de los organismos internacionales de crédito, fuerzan a nuestros países a adoptar políticas inconducentes a la hora de mejorar nuestras vidas. Por eso es una falsedad.

El sistema económico mundial es jerárquico, no cooperativo: hay países que cumplen la función de ser centrales y otros son periféricos, dependientes. Contrario a lo que se supone en el pensamiento dominante, estos últimos proveen de forma persistente formas de excedente que permite a los primeros sostener sus niveles de vida. Los países llamados desarrollados se apropian del valor creado en la periferia mundial, extraen excedentes, por diferentes mecanismos, y ese excedente les permite vivir vidas mejores. No se trata de que hicimos mal las tareas, sino que llegamos al mundo en relación de dependencia que limita lo que podemos hacer. Entregamos energía y materia barata, subvaluada, en aras del bienestar ajeno.

La periferia se ha especializado en la sobre-explotación de los así llamados recursos naturales en aras de obtener divisas y recursos fiscales. Algunos países lo combinan con la entrega de trabajo barato, bajo modalidades de tipo maquila. Se venden al mundo commodities y productos ensamblados. Pero la relación de centro y periferia no es solo una especialización productivo-comercial. Abarca también una relación con los flujos de capitales: las ganancias acumuladas en las economías centrales se exportan a la periferia en forma de crédito e inversión. Estos flujos vienen condicionando las políticas públicas, orientadas a satisfacer sus demandas, pero además generan sistemáticos flujos de salida por el repago. De este modo, se establece una salida sistemática.

Justamente, estudios recientes muestran como el esfuerzo por exportar más no ha resultado en una mejoría sistemática para nuestros países. El excedente comercial que la región tiene resulta insuficiente para resolver la sistemática salida de cuenta corriente por remisión de utilidades y ganancias, así como los pagos de intereses. A estas fuentes de salidas, se suma en la cuenta financiera la formación de activos externos, en prácticas de atesoramiento que terminan también fugando valor de nuestras economías.

Es necesario cuestionar esta relación de dependencia. Que claro, no es tarea sencilla, porque es una relación histórica, que abarca siglos, y de la cual no se sale por el solo declararlo. Ni tampoco se puede cuestionar como un recurso de cada país por separado.

Pero el contexto internacional se presenta como apropiado para este planteo. Nos encontramos ante una policrisis –como señala Maristella Svampa- que abarca dimensiones económicas, políticas y ecológicas. Desde 2008, la globalización neoliberal está en reversa: el estancamiento secular del producto lidia con bajo dinamismo comercial e inversor, donde lo único que crece –como hipertrofia- es la deuda. En esta crisis, una serie de potencias emergentes tienen mayor dinámica, y empiezan a cuestionar la hegemonía estadounidense –en especial, por China-. Esto hace que la estructura de gobernanza global, y en particular la arquitectura financiera internacional, se muestre desgastada, incapaz de atender los desafíos de la hora. Esta crisis económica y geopolítica no tiene aun un resultado claro; pero sí nos ofrece una certeza: sabemos que el mundo no es lo que ha sido las últimas décadas. El momento es oportuno para pensar alternativas. La última vez que existió una coyuntura de este tipo, hace un siglo, la región latinoamericana introdujo algunas alternativas de especialización, mostrando el espacio disponible para ensayar alternativas.

Además, en el mundo existe una crisis socio-ecológica, que afecta especialmente a América Latina y el Caribe: a pesar de no contribuir especialmente a la crisis, es una región muy afectada por eventos extremos. Esta crisis genera una serie de gastos en materia de adaptación, reparación, remediación que generan mayor presión sobre los recursos públicos. Pero estos recursos, limitados por el estancamiento, están en permanente reclamo por parte de los acreedores. Los Estados tienen que responder por la educación, la salud, la protección social, la crisis ambiental, pero los acreedores se anotan primero en la fila. No solo eso, sin que ante la crisis y la urgencia, muchos gobiernos optan por tomar la única alternativa que ven a la mano: profundizan su especialización extractivista, que les permite exportar más, recibir inversiones que refuerzan el sesgo productivo que los llevó a este punto. Se trata de un sinsentido.

Por eso desde la periferia, el Sur global, en especial desde América Latina y el Caribe necesitamos salir a pensar alternativas. No es posible salir de esta situación sosteniendo las mismas recetas.

Y este es el debate de la hora. Las fuerzas políticas conservadoras presionan por volver a lo conocido, pero el mundo cambió. Y las fuerzas progresistas no siempre tienen soluciones a mano, ni nuevas ideas.

En este punto, cobra especial relevancia la propuesta del texto.

La conformación de una coalición de países deudores del Sur global es muy potente, porque habilita diálogos con casi toda la periferia mundial. Da cuenta específica de las formas en las cuales transferimos excedentes hacia el centro y postula la necesidad de alterar esta relación. Es posible que esta idea genere estigma político, pero existen antecedentes en la región que se animaron a ensayar el camino en los ’80. Recordemos que del Consenso de Cartagena participaron gobiernos muy diferentes, no todos progresistas incluso. Aquella experiencia sirve de base para explorar propuestas. Esa convergencia mostró el carácter disruptivo de una alianza de este tipo, que produjo reacciones inmediatas de los capitales y países acreedores. Si estos, con todas sus diferencias, pueden crear foros para articularse –como el Club de París- perfectamente pueden construirse lazos entre deudores para mejorar las condiciones de negociación.

Alternativamente, se podría pensar en construir un club de acreedores ecológicos y reclamar a los países centrales por su deuda con nuestros pueblos. Construir legalidad internacional y tribunales que permitan reclamar esta deuda, negada por los beneficiarios, pero muy constatable por quienes la padecemos.

El texto avanza en una propuesta de estrategia para sortear posibles trabas geopolíticas, mediante la idea del “trato del siglo”. Es una idea osada, que merece atención de especialistas en relaciones internacionales y quienes se dedican a la diplomacia. Mas no es una idea descabellada, por el contrario, pone sobre la mesa estrategias, que eviten actuar con base en la urgencia y la necesidad. Justamente, en miras a tal efecto, es necesario fomentar mecanismos de cooperación y diálogo político sostenidos por el Sur global para evitar que estas estrategias se quiebren o desactiven con propuestas puntuales de alivio. Es valioso el llamado a revisar las recientes experiencias de países africanos en este sentido. Construir confianzas, compartir instrumentos y estrategias nos puede llevar a una mejor situación geopolítica en este mundo en transición.

Y no es solo tarea de los gobiernos, sino desde la propia sociedad civil y la academia tenemos que trabajarla, darle densidad, continuidad y alcance, para que eventualmente pueda ser realidad. A esa tarea se da el documento y este mínimo comentario.

*Licenciado en Economía (UNS), Maestro en Ciencias Sociales (FLACSO-México), Doctor en Investigación en Ciencias Sociales, mención en Sociología (FLACSO-México). Docente en el Departamento de Economía de la Universidad Nacional del Sur e Investigador Adjunto de CONICET en el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales del Sur.


Comentario de Piedad Mancero*

Ha sido para mí una muy honrosa invitación la que se me ha extendido para comentar el Estudio Analítico y Propuestas formuladas por los distinguidos académicos e investigadores Fadhel Kaboub y Andrés Chiriboga.

Encuentro en este destacado trabajo planteamientos fundamentales, muchos de ellos, nuevos, potentes e irrebatibles, que denuncian al endeudamiento externo utilizado como mecanismo de sometimiento y de control económico, ejercido por poderosos acreedores, sean gobiernos, financieros privados o multilaterales; ellos tienen, en definitiva, un propósito común: preservar la arquitectura económica global vigente, aunque se encuentre construida sobre injusticias y profundas deficiencias estructurales predominantes en las sociedades deudoras; de manera alarmante, en áreas de supervivencia como son los sectores de la producción de alimentos, los servicios energéticos y los procesos en las manufacturas.

 En lo referente a los orígenes de la deuda de países del Sur Global, el estudio enfoca la atracción que los países extremadamente ricos encuentran en la prolongación de un estatus colonial para que los países receptores de capitales permanezcan como proveedores de bienes primarios y mano de obra en condiciones precarias, a pesar del gran potencial de sus recursos humanos y naturales.

Se menciona el caso de Haití donde se utilizó la deuda que otorgaron bancos franceses para el reconocimiento de su independencia a inicios del siglo XIX; desde entonces, y durante décadas, se desataron ciclos de deudas, cuyos pagos debilitaron la capacidad de desarrollo y aspiraciones sociales de ese país. También Ecuador tuvo que afrontar, durante algo más de 150 años, el peso de obligaciones y la presión de acreedores ingleses, por empréstitos concedidos para la independencia del país. Finalmente se canceló la llamada “deuda inglesa” o de la independencia con ingresos nuevos originados en la producción y exportación de petróleo, a inicios de la década de los setenta del siglo anterior.

Como expresa el documento, fueron varios países latinoamericanos los que comprometieron sus gestas libertarias y su futuro al control económico de sus antiguos colonizadores, mediante hipotecas ignominiosas con la banca europea y con empresas, inclusive norteamericanas, que boicoteaban a los pueblos los esfuerzos de autoabastecimiento. 

El estudio expone importante información y análisis sobre los déficit económicos estructurales que inducen y perpetúan el endeudamiento en el Sur Global. Éstos son: el déficit alimenticio, el déficit energético y el déficit de valor agregado en la manufactura.

Efectivamente, los productos de las tres áreas que participan en el comercio exterior de África y América del Sur constituyen bienes primarios, que mayoritariamente se exportan, y artículos elaborados con elevado valor agregado que se importan, lo cual incide inevitablemente en desventajas económicas, como el deterioro monetario, la inflación y los requerimientos progresivos de deuda externa. Estas condiciones se han mantenido implacables en el tiempo por las manipulaciones de los dueños de capitales que controlan el comercio mundial y buscan como colocar sus excedentes monetarios.

Entre tanta asimetría y desequilibrios, se propone, con énfasis, la necesidad vital de replantear un acercamiento de los perjudicados, entre sí, para prevenir abusos en los procesos de endeudamiento y proteger sus derechos e intereses legítimos.

Los intentos pasados de constituir una coordinación estable entre deudores del Sur Global se diluyeron ante limitaciones constitutivas, y, principalmente, por interferencias por parte de gobiernos acreedores, confabulados con bancos comerciales, que gestionaron acuerdos bilaterales y negociaciones individuales para, en definitiva, debilitar y romper, así, la unión en proceso de consolidarse.

Si bien el esfuerzo colectivo se interrumpió en varias oportunidades, ha permanecido latente la aspiración de darle impulso, para lo cual se cuentan con valiosas lecciones y experiencias. De entre ellas, han surgido aportes válidos para definir estrategias integrales, como la que se propone en esta ocasión. Una de ellas es el reconocimiento de las trampas estructurales de la deuda, concebidas sobre la existencia de los déficit, también estructurales.

Viene, entonces, la urgencia de desactivar esas trampas mediante intervenciones sostenidas por políticas regionales que fomenten la soberanía, en ámbitos de la alimentación y la agroecología, en los servicios energéticos renovables y en el desarrollo industrial apoyado regionalmente.

Una coalición de deudores de países del Sur Global se vuelve indispensable ahora, cuando la dependencia financiera en los créditos se ha disparado y las condiciones que se imponen asfixian a las mayorías pobres. Además de profundizar en los desequilibrios que, con acierto, plantea el documento, es preciso investigar e identificar, sobre todo, en los numerosos procesos recurrentes, la corresponsabilidad de deudores y acreedores, en cada préstamo. No es posible que prevalezcan los propósitos, a veces ocultos de los acreedores. En la auditoría integral que examinó un lapso de 30 años, se constató que las renegociaciones y refinanciamientos propuestos por los grandes acreedores, constituidos en grupos, clubs o comités de gestión, todos contra un solo país, para imponer condiciones de rescate y revalorización de sus créditos (principal objetivo), actualizar intereses cuando han subido y capitalizarlos implacablemente; y, desde luego, prolongar la vigencia de sus acreencias por largos plazos.

También se encontró el redireccionamiento ilegal e ilegítimo de préstamos de multilaterales, cuando de algunos otorgados supuestamente para proyectos y programas de desarrollo el acreedor  disponía que la mayor parte de desembolsos se depositen en cuentas internacionales (Reserva Federal) para asegurar el pago a la deuda comercial privada. Esto, a más de los aberrantes condicionamientos que atropellan derechos humanos y debilitan la economía popular, rígida práctica hasta la actualidad.

En las últimas décadas, los principales mayores créditos se han destinado, sin la debida transparencia, al pago de la misma deuda, en ocasiones, violentando legislaciones internas; es el principal motivo del crecimiento desmesurado de la deuda pública. Este desvío se comprueba en la discrepancia creciente que hay entre explosivos saldos de la deuda frente a las inversiones públicas y programas sociales que se debilitan.

Acechan los engañosos canjes de deuda, especialmente cuando involucran a la naturaleza, como también, otras prácticas especulativas y fraudulentas en los mercados de valores.

Ante tantos atropellos comprobados que sufren los prestatarios del Sur Global, se requiere la asesoría y el acompañamiento técnico y político que estaría en capacidad de facilitar la coalición, ya sea directamente, o a través de la cooperación Sur-Sur o Norte-Sur bien intencionada. También conviene el flujo sistemático de información específica, inclusive sobre el avance de gestiones y negociaciones; así como, la propuesta de regulaciones para lograr análisis y transparencia en el destino real de los créditos.   Me permito felicitar a los autores Fadhel y Andrés, por este trabajo brillante e impactante; auguro la mayor difusión posible y éxito en la aplicación efectiva de sus planteamientos.

* Economista ecuatoriana con trayectoria en la planificación del desarrollo nacional, especialidad en finanzas estatales y financiamiento público. Asesora de organismos nacionales e internacionales y autora de publicaciones y metodologías en temas de desarrollo económico y social, y de endeudamiento público. Fue integrante de la Comisión para la Auditoría Integral del Crédito Público – Ecuador, 2007- 2008 y de la Comisión para la Auditoría Ciudadana de Tratados de Protección Recíproca de Inversiones y del Sistema de Arbitraje en Materia de Inversiones (CAITISA).


Comentario de Fredy Trujillo**

Los países del Sur Global enfrentan uno de los problemas que tiende a ser insostenible para las finanzas estatales como es la deuda pública. Grandes flujos de divisas, mayoritariamente en dólares estadounidenses, se transfieren desde los presupuestos estatales a los mercados financieros internacionales establecidos en las denominadas economías avanzadas por concepto del pago de servicio de la deuda externa. Datos más actualizados del propio FMI nos dice que la deuda pública mundial sólo en este año registra un incremento de 2,8% del PIB y para finales de la década se estima que rebasará el 100% del producto mundial, con lo cual se perpetuará la trampa de la deuda y se restringirá seriamente opciones concretas de desarrollo, especialmente de las economías endeudadas del Sur.

La respuesta a la problemática estructural de la deuda externa de los países latinoamericanos y del Sur Global, sin duda va más allá de los programas de consolidación fiscal y el ajuste estructural del FMI, esto es poner en orden las finanzas públicas con ajustes graduales del gasto estatal para lograr el equilibrio entre el ritmo de reducción de la deuda y el crecimiento económico, conforme las condiciones de cada país, dicen (Monitor Fiscal, 2025). Continuos ajustes en el tiempo a costa de sacrificar y limitar el crecimiento y desarrollo económico de los países endeudados no son opciones para salir de la dependencia y el control financiero de nuestros países. La respuesta pasa por abordar estructuralmente la problemática económica-política de la deuda externa como inherente al sistema económico vigente, tal como se aborda en la presente publicación en su versión en español, “Una estrategia común sobre deuda y la transformación económica: hacia una coalición global de deudores del Sur”, escrita por Fadhel Kaboub y Andrés Chiriboga.

Este documento de trabajo si se aborda desde una perspectiva de balanza de pagos parte de reconocer la estructura productiva esencialmente reprimarizada, los flujos comerciales y de renta mayoritariamente deficitarios en las economías en desarrollo en relación con las economías del Norte Global, razón por la cual se generan los ciclos de endeudamiento externo y la transferencia neta de divisas. El déficit comercial estructural en el que prevalece el deterioro de los términos de intercambio y que tiende agudizarse con el incremento de aranceles y las políticas proteccionistas de las llamadas economías avanzadas, debe ser financiado en dólares estadounidenses o en las denominadas monedas duras, para lo cual los gobiernos de los países del Sur Global recurren frecuentemente a fuentes de financiamiento provenientes de  deuda externa bilateral, multilateral o con privados. Asimismo, los distintos tramos de deuda son vulnerables a las variaciones del tipo de cambio y de las tasas de interés que se determinan en los mercados financieros de las economías del Norte Global. Un incremento súbito de las tasas de interés internacionales, tal como ocurrió con la crisis de deuda de los 80s en Latinoamérica, provocó la salida masiva de capitales, depreciación de las monedas nacionales, perdidas significativas de las reservas internacionales y en lo posterior condenaron a los países a un ciclo de endeudamiento (trampa de la deuda).  

La publicación de Kaboub y Chiriboga propone modificar las lógicas de poder vigentes en el funcionamiento y operación de la deuda a partir de las lecciones históricas aprendidas en materia de reestructuración y renegociación de deuda externa fallida como el Club de Cartagena de los 80s en Latinoamérica, propone un llamado a la acción colectiva y perfila una salida política y técnica coordinada, al enfatizar en la necesidad de estructurar un club de deudores a nivel del Sur Global que los aglutina proactivamente su necesidad de desarrollo y de reorientar las prioridades de las inversiones hacia la soberanía alimentaria, energética e industrial y tecnológica sustentable, en la perspectiva de abonar en la estructuración de una nueva arquitectura financiera y económica internacional en curso para una transformación sistémica. Grupo de deudores -como bien dice la publicación- capaz de resistir el asedio y las presiones de los acreedores que forman parte del capital financiero internacional para someter y aislar financieramente a los países endeudados. De esto también hay evidencia regional cuando países como Argentina han debido enfrentar embargos de sus activos soberanos de parte de los fondos de inversión (fondos buitre), en donde se concentran los acreedores privados de la mayoría de países del Sur.    

Latinoamérica y los países del Sur Global poseen recursos naturales estratégicos que son continuamente demandados por las economías del Norte Global.  Esta condición, no bien aprovechada por las economías en desarrollo, abrirían nuevos referentes de cooperación sur-sur y sur-norte y con ellas la creación de mercados y la apertura de otros flujos comerciales en monedas nacionales que incentivan la disminución del peso de la deuda externa y las necesidades acuciantes de financiamiento en dólares estadounidenses o euros. Propuestas como las que se hacen en el presente documento deben ser debatidas y acogidas en espacios globales como la Conferencia de Financiamiento para el Desarrollo o el G20, pero también es necesario incluir en los espacios de integración regional. Suramérica bajo el paraguas de la UNASUR venía tortuosamente armando su nueva arquitectura financiera regional que lamentablemente quedó trunca y que hoy es más pertinente y urgente retomarla, ubicando el nuevo contexto y levantando la iniciativa del club de deudores, tal como se propone en la presente publicación.  

**Miembro del Observatorio de la Dolarización


A continuación replicamos la publicación completa en su versión en español:

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