El 1 de mayo del presente año, el Papa Francisco invitó a un evento denominado «Economy of Francesco», haciendo referencia al santo de Asís, para «hacer un “pacto” para cambiar la economía actual y dar un alma a la economía del mañana». Este Observatorio reprodujo el texto completo de esta invitación.
Sin embargo, uno de los grandes ausentes en la invitación del Papa Francisco es la tradición.
G. K. Chesterton decía que “la tradición es la democracia de los muertos, no puede haber una vida política sana si no se reconoce la herencia que hemos recibido de nuestros antepasados” y, si regresamos a ver la tradición de la Iglesia en materia económica, resulta evidente que se la debe tomar en cuenta para dar un alma a la economía del mañana.
Punto referencial obligado es el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, que se encuentra disponible en línea. Por supuesto, al ser un compendio, conviene recurrir a los documentos fuente, entre ellos – aunque no exclusivamente-, las Encíclicas Rerum Novarum, Quadragesimo Anno, Mater et Magistra, Populorum Progressio, Laborem Exercens, Sollicitudo Rei Socialis, Deus Caritas Est, Caritas in Veritate o Laudato Si.
En su continua atención por el hombre en la sociedad, la Iglesia ha acumulado así un rico patrimonio doctrinal. Éste tiene sus raíces en la Sagrada Escritura, especialmente en el Evangelio y en los escritos apostólicos, y ha tomado forma y cuerpo a partir de los Padres de la Iglesia y de los grandes Doctores del Medioevo, constituyendo una doctrina en la cual, aun sin intervenciones explícitas y directas a nivel magisterial, la Iglesia se ha ido reconociendo progresivamente. (CDSI, #87) [énfasis en el original]
No podemos pasar por alto Encíclicas como Vix Pervenit (1745) o la bula Detestabilis Avaritia (1586) que condenan la usura (conviene hacer una pequeña exploración acerca de las formas de usura cuando se escribieron esos textos y la relación con los contratos actuales). No se puede obviar los duros sermones de San Antonio de Padua al respecto:
Recordad bien, usureros, que os habéis convertido en presa fácil del demonio: él os posee. Se ha apoderado de vuestras manos, empleándolas para la rapiña, haciéndolas reacias para la beneficencia. Se ha apoderado de vuestro corazón, siempre abrasado de un atormentador anhelo de poseer y negado para todo bien. Se ha adueñado de vuestra lengua, dispuesta a la mentira, al fraude y al engaño, y que ni siquiera puede disponerse para orar al Señor o formular palabras honestas.
No podemos tampoco olvidar que la Iglesia ha discutido acerca de la propiedad privada como derecho natural con función social desde Santo Tomás de Aquino, y que en ese marco puede entenderse la condena en la Encíclica Quadragesimo Anno al «imperialismo internacional del dinero, para el cual, donde el bien, allí la patria» (§109), y que la Populorum Progressio declarara que
no se podría admitir que ciudadanos provistos de rentas abundantes, provenientes de los recursos y de la actividad nacional, las transfiriesen en parte considerable al extranjero por puro provecho personal, sin preocuparse del daño evidente que con ello infligirían a la propia patria (§24).
Además de los documentos pontificios conviene también atender a pensadores católicos, algunos de ellos mártires como los argentinos Genta o Sacheri, que estudiaron los fenómenos económicos con fidelidad a la doctrina católica (véase aquí o aquí). La voluminosa obra magna de Fr. Heinrich Pesch, junto con sus otras obras, darían inicio al solidarismo y a algunos conceptos que después se integraron a los documentos pontificios (como la subsidiariedad o la caridad social). Economía para Helen, de Hillaire Belloc, así como los Límites de la Cordura, de G. K. Chesterton, exponen algunos de los elementos que generaron lo que hoy se conoce como distributismo. El pensamiento de E.F. Schumacher respecto a la «economía a escala humana» y las propuestas de Clifford Hugh Douglas con respecto al crédito social bien pueden configurar respuestas a los problemas que hoy se plantean como novedosos. El pensamiento de Plinio Correa de Oliveira, la mística social del Padre Alberto Hurtado o el martirio de Mons. Óscar Romero constituyen un ejemplo de que «sólo algo vivo puede ir contracorriente».
El empleador que, por su propia ineptitud, usa el trabajo de tal manera que no llega a hacer lo que es capaz de hacer, tendría que pagar el tipo de salario que el trabajo pretende proporcionar. Sin embargo, si el trabajo se utiliza adecuadamente de acuerdo con su propósito natural, y el empleador paga un salario que no proporciona el sustento del trabajo, entonces viola la justicia conmutativa. Finalmente, una industria que, incluso en circunstancias normales no está en condiciones de pagar salarios correspondientes a los salarios supuestos, carece de justificación económica. Esto significa que falta la demanda de los consumidores, y tal industria ya no tiene un lugar en el patrón de satisfacer las necesidades humanas normales. (Heinrich Pesch, Lehrbuch der Nationalökonomie, p. 90, citado en The Just Wage, 2012, traducción automática de Google Traductor, con revisión y corrección propia)
San Francisco decía «predica el Evangelio en todo momento y si es necesario usa las palabras». La Iglesia también es rica en experiencias, la mayoría de ellas silenciadas en los medios de comunicación masivos. Pero baste ver la vida de empresarios como Enrique Shaw (“puedo decirles que ahora casi toda la sangre que corre por mis venas es sangre obrera”), Leon Harmel (pionero del salario digno), Orestes Brownson, Louis Kelso o a comunidades como Nomadelfia, las primeras misiones en California, los monasterios (desde la Edad Media), las cooperativas católicas (también en Ecuador) o la economía de comunión y liberación.
La colonización hispanoamericana también puede presentar aportes: los enormes avances en legislación para su época (en contraste con los enormes retrocesos de las «modernizaciones» laborales contemporáneas) como la abolición de la esclavitud (ver Leyes Nuevas y también la Batalla de Mbororé), el trabajo en dinero y no en especie (como fue en el Virreinato de Nueva España) o la prohibición de trabajo para mujeres embarazadas de más de cuatro meses (ver Leyes de Burgos) son considerados antecedentes de los derechos humanos.
Mucho se queda en el tintero, especialmente de los Padres de la Iglesia y los maestros escolásticos.
Para quienes queremos aportar al «Economy of Francesco», revisitar la Doctrina Católica y el pensamiento de inspiración católica se convierte en un paso inicial para establecer el diálogo, para «revisar nuestros esquemas mentales y morales, para que puedan estar más en conformidad con los mandamientos de Dios y con las exigencias del bien común» (así lo expresa la invitación). Ojalá «Economy of Francesco» se convierta en una oportunidad para tender puentes entre los hombres de buena voluntad.
Como en tantos otros campos, la controversia liberal-socialista constituyó y sigue siendo un perfecto diálogo entre sordos…Ambos planteos contienen verdades parciales, que no guardan relación con la conclusión errónea que en ellas pretende fundarse. (Sacheri, El Orden Natural, 2008 [1975], p. 91)
A quienes no sabemos si nuestra participación podrá ser nula, limitada o extensa, nos conviene seguir la locución de la vida monástica benedictina: «Ora et labora».
Nota: imagen corresponde a un extracto de «San Antonio de Padua con el Niño», de Bartolomé Esteban Murillo, pintura de 1668 ó 1669. Disponible por Wikimedia Commons.
Saludos Diego. Me gustaría platicar contigo. Interesante nota y reflexión.
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Muchísimas gracias José Santiago. Por mí encantado. Usted dígame la forma en la que nos podemos poner en contacto y platicamos.
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