El siguiente texto es un extracto de las ideas expresadas en una entrevista en UNIMAX el día 30 de marzo de 2020. Se reproduce en este espacio como un aporte, al igual que algunos artículos anteriores, a entender la situación del país cuando se encontraba a las puertas de enfrentarse a la COVID-19.
El Ecuador frente al coronavirus: a contrapié
El Coronavirus, de por sí, nos agarró muy mal parados:
- Niveles de endeudamiento altos, con niveles de crecimiento tremendamente bajos (prácticamente nulos).
- Problemas de liquidez cuando el gobierno se había automutilado herramientas de gestión de esa misma liquidez.
- Un sistema de salud pública, en el mejor de los casos, estancado, bajo la excusa de la reducción del gasto público. En el 2019 se redujo en un 36% la inversión en salud.
- La mayoría de la población no tiene cobertura de seguridad social y depende de ingresos que se generan en el cortísimo plazo.
- Y esto sin considerar los niveles de credibilidad de las autoridades, tema acerca del cual no es conveniente hablar.
Un mundo distinto
Al salir de la cuarentena nos encontraremos con un mundo y un país distintos.
En el mundo:
- China, quien aparecía como el primer gran perjudicado, sucede que es ahora se está recuperando, y los países occidentales parecemos estarlo haciendo mucho peor que ellos.
- Países como Alemania ven que la apertura al comercio internacional fue terriblemente contraproducente para enfrentar una crisis como esta y han decidido relocalizar sus empresas. En ese mismo sentido, los países han regresado a ver sus estrategias de seguridad alimentaria y se está recuperando la preferencia por productos locales. Algunos países, por ejemplo, han prohibido la exportación de medicinas y equipamiento médico.
- Gran parte de la población mundial habrá visto sus ingresos reales reducirse. En algunos países, se verán desempleados, con pequeñas y medianas empresas en quiebra, con sus cadenas logísticas desbaratadas, así que no existe ninguna perspectiva alentadora para que las exportaciones ecuatorianas puedan recuperarse en el mediano plazo. Esto es particularmente cierto en las flores.
- El comercio internacional de transporte y servicios ha sido golpeado de forma tremenda. Si este virus no genera inmunidad, lo que aún está estudiándose, el turismo hacia los países emergentes puede definitivamente no recuperarse.
- Los gobiernos que privilegiaron de forma descarada a la economía por sobre la salud, y evitaron las cuarentenas, ahora les ha tocado, cuando se ven colapsados, adoptar precisamente las medidas que criticaban, sólo que a destiempo. Pronto tendremos noticias de Brasil y Nueva York, que siguen siendo los dos rincones del planeta donde no se toman medidas de restricción a la producción.
Los organismos mundiales aún no se atreven a dar estimaciones, pero desde febrero el barómetro de comercio de la OMC ya preveía una situación sustancialmente negativa.
Un país distinto, pero depende de nosotros
Con respecto al Ecuador, hasta el momento las autoridades han estimado en más de USD 700 millones las pérdidas en comercio e industria, y al menos USD 150 millones en turismo. El Vicepresidente ha estimado que el costo mensual de la emergencia es de 3,5% del PIB (es decir, alrededor de USD 3.500 millones), algo similar a los costos financieros que se estimaron para el terremoto de abril de 2016.
Pero el resultado final aún está por verse y dependerá mucho de las medidas que se tomen durante la crisis:
- La decisión de continuar endeudándose es definitivamente una mala idea. El endeudamiento externo debe servir sobretodo, para generar productividad sistémica, y se debe considerar que el endeudamiento externo se paga con divisas, que provendrán de exportaciones que difícilmente podrán recuperarse, como ya lo dijimos. Cuando salgamos de la cuarentena nuestros niveles de endeudamiento en términos reales serán muy difíciles de manejar.
- Si no se toman medidas para garantizar que las personas tengan los recursos indispensables durante la cuarentena, esta simplemente no se realizará. Mientras no exista un esquema de provisión de raciones o de transferencias directas a nivel nacional, toda la población que no cuenta con cobertura de seguridad social necesitará salir de sus casas para vivir, la cuarentena tendrá que durar muchísimo más, amplificando sus impactos económicos, además de los sociales.
- Lo propio pasa con la cadena de pagos. Si el gobierno no tiene al día todas sus obligaciones con sus proveedores, estos quebrarán e incumplirán sus obligaciones, generando un efecto dominó; lo mismo si no paga puntualmente a los servidores públicos. Algo similar sucede cuando, por la cuarentena, se dejan de percibir ingresos y se deja de cumplir obligaciones, generándose el mismo efecto dominó: se ha roto la cadena de pagos. La propuesta de Asobanca, de diferir los pagos pero seguir cobrando intereses, excepto los de mora, terminará por quebrar a los pequeños negocios y a las personas naturales: pretender cobrar intereses cuando quien los paga no genera ingresos calza muy bien con la definición clásica de usura. Entonces, podemos encontrarnos con muchísimas empresas quebradas, activos productivos embargados, y un aumento agresivo del desempleo.
- Eso por no mencionar los efectos sociales y sanitarios: en el sur de Italia ya se reportaron saqueos a supermercados, lo que habla a las claras de una situación desesperada, donde es imposible mantener una cuarentena.

Alternativas
Frente a ello, lo primero que se deberá hacer es asumir que nos encontramos en un escenario de guerra, y que las decisiones se deben tomar en función de una economía de guerra:
- El aparato productivo tiene que ponerse al servicio de garantizar salud, cobijo y alimento a la población, no sólo a los que puedan pagarlo, sino a toda la población. Un indigente deambulando por las calles es un potencial vehículo de contagio, así que debe contar con cobijo, alimento y atención sanitaria. ¡Qué bueno que muchas empresas hayan tomado la iniciativa de reconvertir sus cadenas de producción para atender la emergencia!, pero lo más seguro es que se necesite reconversiones no tan proactivas, e inclusive no tan voluntarias.
- El Estado debe garantizar que no se rompa la cadena de pagos. El quedarse en casa se convierte en un servicio que debe ser valorado socialmente, y se debe garantizar que quien se quede en casa cuente con los medios mínimos de supervivencia, ya sea a través de empleo (teletrabajo), seguridad social (fondos de censantía o seguro de desempleo) o transferencias directas (similares al bdh, pero asegurando, al menos, un salario mínimo). Para ello hubiese sido una herramienta potentísima el dinero electrónico. Es una lástima que hoy no exista, pero el gobierno debería considerar la oportunidad de revivirlo.
- El sector financiero debe ponerse totalmente al servicio del sector productivo. Ni a Estados Unidos, ni a China, ni a Rusia, ni a nuestros vecinos les ha temblado la mano al momento de emitir moneda o buscar mecanismos de política monetaria para garantizar la adquisición de recursos, especialmente de producción nacional. El Ecuador no debería ser la excepción. Es verdad que estamos dolarizados, pero existen herramientas de política monetaria disponibles, siempre y cuando exista la voluntad de utilizarlas. Este es un buen momento para utilizar todas las herramientas disponibles.
Esto no coincide con las alternativas que se plantean en los medios masivos
Pero tampoco es excéntrico. El sábado un conjunto de colectivos publicaron una propuesta de medidas alternativas que van un poco en la línea de lo que se ha escrito. Basta ver las noticias de cómo una diversidad de países, que he venido mencionando, Estados Unidos, Alemania, Perú, Argentina, China, y hasta el mismo FMI, proponen afrontar esta crisis. Ello dista mucho de las propuestas de los analistas de medios masivos.
En las organizaciones se maneja un concepto de subsidiariedad, que significa que las organizaciones más grandes tienen que actuar cuando las organizaciones más pequeñas no lograrían resolver sus problemas. Ante una pandemia las empresas no van a lograr resolvernos el problema, la filantropía empresarial no va a ser suficiente, ni siquiera los gremios van a poder responder ante cuarentenas recurrentes, cortes en la cadena de pagos o choques por la reducción de exportaciones.
Debo insistir en que conviene asumir la economía de guerra. Es necesario considerar que, en este contexto, cuando se propongan soluciones, la variable de ajuste no será la balanza comercial, las reservas internacionales o el déficit fiscal, ni si hay nutella o si se siguen vendiendo automóviles; la variable de ajuste será el número de muertos. Es el momento de estar unidos, sí, pero no como una manada de búfalos que corren desesperados al barranco ante la astucia de los cazadores, sino como una sociedad solidaria que busca que nadie se quede en el camino, de proteger al más débil.
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